En un contexto cada vez más difícil, las opciones y las salidas profesionales parecen a veces un misterio difícil de resolver. A pesar de la creencia general antes de comenzar a estudiar una carrera, la famosa frase «¡ábrete, Sésamo!» no funciona ni de manera tan eficaz ni de manera tan prodigiosa como Alí Babá quería hacernos creer. Al terminar un grado o un máster nos vemos obligados y obligadas a preguntarnos cuál es la puerta secreta que abrirá la cueva de nuestro futuro profesional. No es fácil saber a qué roca gritar las palabras mágicas, ni tampoco saber si detrás de esa puerta encontraremos nuestro tesoro o no.
Quienes hemos centrado nuestra formación en las lenguas sabemos que el camino puede tornarse en cualquier dirección. Conozco a traductores que se dedican a la gestión de proyectos, a las relaciones internacionales, a la diplomacia, al marketing o a la docencia. Tal y como lo explica la Universidad de Granada, las salidas profesionales para quienes estudian Traducción e Interpretación pueden ser muy dispares, ellos citan «la docencia, la industria editorial, la traducción, la interpretación, el turismo, la mediación lingüística e intercultural, la gestión de recursos humanos, el comercio exterior, las relaciones internacionales, la cooperación y el desarrollo, las administraciones públicas o el ejercicio libre de la profesión».
¿Cuáles son los aspectos que se deben tener en cuenta a la hora de decantarse por una u otra cueva? He ahí la cuestión.
Uno de los criterios más importantes nace, sin duda, del interés personal de cada uno. Kassim, el hermano de Alí Babá, era seguramente un traductor frustrado por las penurias de la vida como autónomo que decidió meterse en la cueva del gestor de proyecto de turno. Y así le fue. En resumidas cuentas, está muy bien querer ser traductor autónomo, pero debes tener en cuenta que si tu interés es acumular alforjas de dinero contante y sonante, sería buena idea plantearte si tu futuro no iría mejor encaminado en un campo más lucrativo como el comercio exterior o las relaciones internacionales.
Una vez hayamos decidido cuál es el campo en el que queremos concentrarnos, debemos conocer las palabras mágicas. No basta con llegar ante la cueva y gritar «¡He estudiado traducción e interpretación!». No funciona así. La formación es un elemento clave en la búsqueda de nuestro camino profesional. Si nos interesa la gestión de recursos humanos, por ejemplo, es probable que necesitemos realizar unas prácticas en un gabinete o en un departamento de recursos humanos para aprender las técnicas y complementar nuestra formación. Puede que, incluso, y buscando el propio beneficio profesional, necesitemos hacer un curso o un máster en ese campo.
Por último, es importante saber que en ocasiones es cuestión de mera suerte o azar. Alí Babá tuvo suerte de estar en el momento y en el lugar indicado. A cada traductor le llega su cueva, sólo es cuestión de saber usar nuestros conocimientos mágicos.